Llegué a San Sebastián un par de días antes de la boda para conocer a Koruko y Manu; y para visitar un poco la ciudad. Recuerdo una especie de sensación de niño con zapatos nuevos: me sentía bien, bastaron apenas 20 minutos para conectar con ellos y tener un buen feeling. Koruko había contactado conmigo por Internet y, después de una llamada y unos cuantos mails informativos, decidieron contratar a su videógrafo de bodas por Internet. Manu me contaba entre risas que un día antes de mi llegada Koruco le preguntaba medio en broma medio en serio “¿Y seguro que vendrá Carlos desde Valencia? Va a venir, ¿no?”
Son una pareja que desprende amor y ternura y eso es lo que desprendieron el día de su boda, pero multiplicado por diez y sumándole baile y diversión. Se casaron en la iglesia de San Vicente, cuya organista oficial es la madre de Koruko, Coro Sáenz. Según nos contaba, es un auténtico lujo, pues el órgano es un Cavaillé Coll, tan exquisito como un Stradivarius. La ceremonia fue muy emotiva y estuvo acompañada por el sonido de este gran órgano a las manos de Coro Sáenz y Patxi Intxaurrandieta; también por las grandes voces de un tenor, una soprano y el Coro de Lezo. Sonaba tan impresionante que por momentos parecía que estaba filmando una boda real.
Koruko lucía espectacular desde primera hora de la mañana gracias a la profesionalidad y saber hacer de su maquillador y peluquero de novias Iñaki Sagazazu, quien le hizo un recogido perfecto, culminado por un bonito tocado de novia hecho a medida por las chicas de Carmen María Mayz. El aperitivo y el banquete de boda se realizaron en el Restaurante Otzarreta de Zarautz. Ellos decían que el sitio era lo de menos, pero que se tenia que comer muy bien; y oye, ¡acertaron! La comida estaba buenísima y ademas el servicio fue genial. Durante el aperitivo Manu tenía preparada una sorpresa a sus amigos, a quienes les cambió las corbatas por unas pajaritas para bodas personalizadas (y por cierto… ¡muy chulas!) hechas a mano en un tiempo récord por Sandra Santos, de Le bouquet.
Es preciso también hablar —¡cómo no!— del compañero al que tuve el placer de conocer: el fotógrafo de bodas Iván Pérez. Lejos de egos y postureos, Iván es uno de esos fotógrafos que, además de hacer fotones, da el 100% en la boda y realmente lo ves involucrado para capturar cada momento del día de la mejor manera posible. Por si no bastara con eso, también es un tipo genial.
Resumiendo: una de las mejores bodas en las que he estado y una de las parejas más carismáticas a las que he conocido, hasta el punto de que casi me hacen llorar a mi también. Cuando nos estábamos despidiendo nos abrimos y entre otras cosas recuerdo que Koruko me dijo “no sé cómo va a quedar el vídeo, pero sólo con traerte hasta aquí y con cómo has estado todo el día con nosotros y con la gente… ya ha valido la pena”; y esas cosas… ¡pues te llegan!
Agur!
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